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La viuda más linda

-¿Aquí se termino mi veinte?- fue la pregunta de Rosy cuándo llegamos a la entrada del walmart. 

Era sábado y acabábamos de dejar a nuestros respectivos hijos que pertenecen al equipo de atletismo de la alcaldía y que tenían entrenamiento de pista, al coincidir en la entrada nos saludamos y de forma muy casual se me ocurrió preguntar ¿Quiere que la lleve? a lo que la señora respondió -Voy al walmart ¿le queda el rumbo?- en ese momento le señale la pequeña motoneta que uso generalmente para moverme a través del caótico tráfico de la Ciudad de México, supongo que asumió que sí me quedaba el rumbo.

La señora Rosy es una mujer menudita de cabello largo y una piel blanca de esas que casi se transparentan. Quedé realmente sorprendido cuándo aceptó subir a la motoneta, así que me encaminé hacia la mencionada tienda, suponiendo que pretendía aprovechar el tiempo que nuestros hijos demoran en su entrenamiento para hacer sus compras.

Al escuchar la pregunta de Rosy inmediatamente se activo mi sexo sentido, y como aun estaba montada detrás de mi en la motoneta, extendí la mano y acaricie su muslo derecho al mismo tiempo que dije - a menos que quieras ir a otra parte- y sonreí con una evidente picardía, a lo cual ella respondió -¡si quieres!-.

Jamas hubiera imaginado que aquella mañana estaría encaminado hacia el hotelito discreto de la colonia y mucho menos acompañado de la señora Rosy. Como si fuéramos viejos amigos la tomé de la mano y nos acercamos al mostrador, pedí una habitación y nos encaminamos hacia la habitación 202 en el segundo piso del hotel, abrí la puerta y apenas cruzamos la puerta ella se abalanzó sobre mi para abrazarme y meter sus manos debajo de la playera que llevaba puesta, para tocar mi piel, sentí el frio de sus manos sobre mi espalda y al mismo tiempo correspondí el abrazo tomando su cintura con mis manos para buscar su boca y tratar de besarla. Rosy llevaba puesto un pans afelpado de color rosa pálido, que me permitió extender la caricia de su cintura hasta sus caderas, metiendo la mano a través del pans, sin embargo ella evadió el beso que intente darle y en lugar de eso levantó mi playera y beso mi pecho.

Bajé el pans de sus caderas y extendí mi mano entre sus piernas para buscar su vulva, la encontré voluminosa y acolchada con una discreta mata de vello pubico perfectamente recortado. Usando los dedos pulgar y anular separé sus labios vaginales para tocar con el dedo medio la húmeda entrada de su vagina, que ya para entonces estaba más que humeda, rebosante de fluidos vaginales. Acaricié poco a poco para relajarla hasta que automáticamente me dejó introducir todo el dedo en su interior, así mantuve la caricia, metiendo y sacando mi dedo en la vagina de Rosy.

Aún estábamos de pie junto a la puerta. Rosy correspondió mis caricias buscando mi pene erecto a través de la ropa y apretó con fuerza, sin atreverse a sacarlo y tocarlo con sus manos. Sin soltar ella mi pene y yo su vagina, encamine a Rosy hacia la cama y sin destenderla, la acomodé sobre ella para terminar de quitarle el pans y comenzar a besar su pelvis. La parte superior de su cuerpo aun estaba cubierta por la chamarra del pans y una blusa de algodón, hasta entonces busque con mis manos sus senos, diminutos y rosados. Fui quitando toda su ropa sin dejar de besar cada rincón de su piel, podía sentir como su cuerpo se estremecía ante cada una de mis caricias. Mi boca buscó su vulva y con ayuda de mis manos separé los labios vaginales y metí la lengua dentro de ella, al mismo tiempo que mis dedos buscaron penetrarla también. Perdí la noción del tiempo estimulando su vagina con mis dedos y mi boca hasta que sentí un estremecimiento esplendoroso de todo su cuerpo.

Abracé a Rosy porque después de aquel espasmo ella por fin abrió los ojos y me sonrió. Pensé volver a intentar besarla pero intuí que no estaba preparada para besar a alguien, yo sabía que Rosy era una mujer casada y que seguramente aquel arrebato de lujuria estaría causando conflicto existencial en su cabeza. Así que me limite a ponerme de pie junto a la cama, me puse un condón y la jalé de los pies para acercarla al borde, agache la cabeza para besar su vagina y tomé sus piernas con cada mano desde la parte de atrás de las rodillas para abrir su entre pierna y dejar a descubierto su extremadamente húmeda vagina. Al penetrarla pude sentir el calor de su interior que para mí fue una exquisita sensación. Ella comenzó a subir la cadera provocando que con cada envestida pudiera penetrarla hasta los limites de mi virilidad. Fue un vaivén de coito delicioso hasta que eyaculé de una forma que hacía tiempo no tenía.

Exhaustos nos recostamos en la cama y le pedí que apoyara su cabeza sobre mi regazo a lo cual ella de acurruco de una manera tan tierna que provocó en mí, más que lujuria, un poco de ternura.

Hasta entonces me atreví a decir:

¡wow! ahora sí me sorprendiste, y mira que eres una de la mujeres que siempre me ha gustado pero nunca imagine que algún día estaría así contigo.
A lo que ella respondió:
-Que pena contigo pero es que no pude resistir, desde que mi esposo falleció no había estado con alguien.
Yo quedé boquiabierto, no sabía que su esposo había fallecido.
Nos dimos una ducha juntos y nos alistamos para ir a recoger a nuestros hijos, habíamos pasado casi media mañana conociendonos y explorando nuestra sexualidad. 

Ahora sé que soy un tipo con suerte.



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